El líder de la literatura universal contemporánea y el máximo exponente de la siempre triunfadora Revolución Cubana se conocieron en el célebre y decisivo año de 1959. Ya nada ni nadie desde entonces pudo quebrar una amistad nacida para ser irrompible.
Ninguna amistad marcó tanto a Gabriel García Márquez como la que cultivó durante medio siglo con Fidel Castro. Eran tan cercanos que, dicen, el colombiano le mandaba los borradores de sus novelas a Castro para que los leyera antes de publicarlos.
Cuando ganó el Premio Nobel, el líder cubano le envió 1.500 botellas de ron a Estocolmo.
Una foto de la época lo retrata vestido de traje y corbata en el aeropuerto de La Habana, bajo el sol abrasador del Caribe, junto al periodista argentino Jorge Ricardo Masetti. Era el Gabriel García Márquez de 1960, un aspirante a escritor de 33 años, que se había instalado en La Habana durante seis meses, seducido por la gesta de los guerrilleros de la Sierra Maestra, para trabajar con Masetti, el argentino Rodolfo Walsh, el uruguayo Carlos María Gutiérrez y otros periodistas de leyenda en la recién creada agencia estatal de noticias Prensa Latina.
Cronista de pura sangre y reportero de fino olfato, sabía que se encontraba en el lugar y el momento oportunos, en el parto de un hecho histórico, que él quería verlo y contarlo, como recordaría alguna vez su colega argentino Jorge Timossi, otro de los fundadores de Prensa Latina, reseñó DPA.
Fue la época en que se enamoró de Cuba y de su revolución, a las que sería fiel hasta su muerte.
"Nuestra amistad -escribió Castro en una de sus 'Reflexiones'- fue fruto de una relación cultivada durante muchos años en que el número de conversaciones, siempre para mí amenas, sumaron centenares. Hablar con García Márquez y (su esposa) Mercedes siempre que venían a Cuba y era más de una vez al año se convertía en una receta contra las fuertes tensiones en que de forma inconsciente, pero constante, vivía un dirigente revolucionario cubano".
"Su devoción por la palabra. Su poder de seducción. Va a buscar los problemas donde estén. Los ímpetus de la inspiración son propios de su estilo. Los libros reflejan muy bien la amplitud de sus gustos. Dejó de fumar para tener la autoridad moral para combatir el tabaquismo. Le gusta preparar las recetas de cocina con una especie de fervor científico. Se mantiene en excelentes condiciones físicas con varias horas de gimnasia diaria y de natación frecuente. Paciencia invencible. Disciplina férrea. La fuerza de la imaginación lo arrastra a los imprevistos. Tan importante como aprender a trabajar es aprender a descansar". Así lo comenzó a retratar Gabriel García Márquez a Fidel Castro en un artículo que publicó en 2009 en Cuba Debate, el medio cubano.
La relación entre ambos se extendió a lo largo de los años y fue incondicional.
Gabo, siempre defendió su postura política, rechazó el intervencionismo estadounidense y el capitalismo como forma de Gobierno. Tuvo la coherencia ideológica de un hermano en la lucha como Juan Gelman y nunca una postura oportunista, traicionera y lacaya como la que adoptaron figuras como el aún vivo Mario Vargas Llosa.
Fuentes: Aporrea/LaGaceta/ElUniversal/kaosenlared/Clarín
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