Mientras en medio de una acalorada discusión se aprobaba en la Cámara de Diputados la ley de Presupuesto, en el Senado transcurría una gran fiesta con vinos de alta gama, sushi y una banda de música tocando covers de temas en inglés.
El macrismo le había prestado el histórico Salón Azul del Congreso a la Fundación Universitaria del Río de la Plata (FURP) para hacer su cena de fin de año, renovación de autoridades y recaudación de fondos.
La FURP es una institución de selección de “jóvenes dirigentes”, auspiciada por la Embajada y el Departamento de Estado de Estados Unidos, los gobiernos de la Ciudad de Buenos Aires y de Salta, entre otros organismos públicos y empresas privadas como la Barrick Gold, Techint, Telecom, Panamerican Energy y Mercedes Benz.
Entre los apoyos institucionales que la fundación menciona en su sitio web se encuentra, además del gobierno porteño, la legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, la embajada del Reino Unido, las universidades norteamericanas de Texas, Georgetown y Harvard, las argentinas UCA, San Andrés y UBA.
En cuanto a los “sponsors” privados completan la nómina un grupo de grandes empresas tanto nacionales como internacionales: IBM, el gigante del software, Microsoft, las petroleras Total y Apache Corp; las mineras Aguilar, YMAD, la Cámara Argentina de Empresarios Mineros; la farmacéutica Merk; las tabacaleras Nobleza Piccardo y Massalín Particulares y el grupo Ick, entre otros.
Entre las autoridades de la Furp predominan los vínculos con Cambiemos y especialmente con el macrismo. Su ex presidente, Luis Rosales, fue candidato en 2011 a gobernador de Mendoza y en 2013 a diputado nacional, en el marco de un frente entre el PRO y el Partido Demócrata.
“Este es el desafío más grande del que sos parte. En el 2020 cumplimos 50 años trabajando para que cualquier profesional de bien, desde cualquier lugar de nuestro país, pueda potenciar su vocación de liderazgo y su interés por la cosa pública”, reza la nota con la que la fundación solicitaba el aporte económico de los participantes del festín que se organizó en el Senado.
Tanto el personal de la cámara así como algunos de los asistentes no recordaban la utilización del salón para un evento de tales características organizado para recaudar fondos por parte de una institución privada.
De esta manera, el Senado se sumó así a la utilización de edificios públicos para fines privados como ocurrió en su momento con el alquiler de las instalaciones del Teatro San Martín o, más recientemente, del Teatro Colón. A diferencia de aquellos, ésta vez, sin ningún tipo de pago.
Fuente: Página12
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