La cancillería de Brasil informó ayer que el primer viaje como presidenta de Dilma Rousseff será, probablemente a fines de enero, a la Argentina. La noticia confirmó lo evidente: el gran momento de las relaciones políticas y comerciales entre los dos países, y tapó el fugaz intento mediático de mostrar una marcha atrás en la asociación. Héctor Timerman se reunió en Brasilia con el flamante ministro de Relaciones Exteriores, Antonio Patriota, en la que fue también la primera actividad oficial del flamante canciller brasileño.
El nuevo ministro de Relaciones Exteriores brasileño anunció que él viajará el próximo 10 de enero a Buenos Aires, lo que también supondrá su primer viaje al exterior en el cargo en que remplazó a Celso Amorim. Patriota aseguró, además, que el día 15 o 16 de enero el ministro de Defensa brasileño, Nelson Jobim, también hará una visita a la Argentina para discutir asuntos relativos a ese área específica. Sobre la visita de Rousseff a Buenos Aires, el funcionario dijo que sería a fines de enero y con certeza antes de la celebración de la próxima cumbre entre países suramericanos y árabes, prevista para el día 16 de febrero en Lima.
Héctor Timerman, quien conoce a Patriota desde los tiempos en que ambos eran embajadores de sus países en Washington, manifestó su “alegría” por el hecho de que “dos amigos” ocupen ahora las cancillerías.
“Tal vez en la historia nunca hubo ningún momento de tanta unión y afinidad entre Brasil y la Argentina”, sostuvo Timerman. El canciller argentino indicó que, en la reunión con Patriota, además de un repaso de la agenda bilateral, fueron tratados algunos asuntos relativos al Mercosur, que ambos países integran con Uruguay y Paraguay, y a la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). “La integración es el destino de nuestros países”, dijo Timerman, quien agregó que el Mercosur “es el puntal para el desarrollo de las naciones que lo integran”.
Darle un nuevo impulso a “este momento de plenitud que vivimos en las relaciones con la Argentina” será la prioridad de la diplomacia del flamante gobierno brasileño hacia los países de la región, adelantó Antonio Patriota. Los primeros viajes de la nueva presidenta serán “a los países vecinos, a la Argentina y Uruguay, y después a los Estados Unidos y China”, anunció el canciller. “Cada vecino sudamericano recibirá una atención creciente y diferenciada”, agregó Patriota en las declaraciones públicas con las que inauguró su gestión como responsable de la diplomacia brasileña.
Sin precisar otros detalles, Patriota dijo que ya conversó con la nueva presidenta sobre “un programa de viajes”, que además de los países sudamericanos (en especial los del Mercado Común del Sur-Mercosur) y de los Estados Unidos y China, incluye su asistencia a la Cumbre entre Sudamérica y los países árabes que se celebrará en Lima, también en febrero próximo. “Esa cumbre constituirá una valiosa oportunidad para el contacto de la presidenta con los líderes su-damericanos y del mundo árabe”, indicó el heredero de Celso Amorim en el timón de Itamaraty.
En su discurso, Patriota puso como ejemplo de los objetivos de la política exterior de Rousseff la relación entre Brasil y la Argentina, “que vive hoy un momento de plenitud y avanza en un vasto espectro”, que incluye “áreas de cooperación en materia espacial y de uso pacífico de la energía nuclear”. Según el canciller, el “destino común” de los países sudamericanos exige “conocer mejor la historia, la demografía, el potencial económico y la cultura de unos y otros, desde la Tierra del Fuego hasta la Isla de Margarita.”
El nuevo ministro subrayó, sin embargo, que “la prioridad atribuida a la vecindad no se dará en detrimento de relaciones estrechas” con otros países del hemisferio sur o del mundo más desarrollado. También indicó que, “como séptima economía del mundo, y tras haber impulsado un conjunto de políticas económicas y sociales que han producido resultados tangibles, Brasil genera una expectativa natural en áreas de cooperación diversificadas” con todos los países de América Latina, el Caribe, África, Medio Oriente y Asia.
Asimismo, reiteró que su gestión será “de continuidad”, y que Brasil insistirá en la necesidad de una profunda reforma de los organismos internacionales, con el objetivo de dotar de mayor representatividad a los países emergentes y en desarrollo. Entre esos organismos incluyó el Grupo de los 20 (G-20), del que dijo que “sólo conseguirá consolidar su autoridad si es sensible a las ansias y los intereses de los más de 150 países que no se sientan en sus reuniones”.
Con relación al G-20, acotó que Brasil mantendrá “un contacto permanente” con la actual presidencia del organismo (Francia) a fin de “asegurar un ambiente propicio” para la recuperación de la economía global en un marco en el que se eviten las “presiones proteccionistas”.
En el mismo acto, Amorim anunció que, a sus 68 años, se retira definitivamente de la actividad pública y aseguró que lo hace con la sensación del deber cumplido. Amorim, quien estuvo al frente de la cancillería desde enero de 2003 y fue el único de los ministros que acompañó al presidente Luiz Inácio Lula da Silva en sus ocho años de gobierno, destacó que en ese período Brasil creó un “nuevo paradigma” en sus relaciones exteriores y asumió el “papel activo” que jamás había tenido en América Latina.
“Fui más a Puerto Príncipe que a Londres”, destacó Amorim, quien subrayó que eso no significó descuidar las relaciones con otros países, sean del mundo en desarrollo o de los más ricos. Sobre Patriota, uno de sus discípulos en la diplomacia, declaró que se trata de “un intelectual brillante, que comulga con el ideal de transformación” que encarnó Lula y que continuará con Rousseff.
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