Clarín y La Nación, en tanto dirección inorgánica del bloque de clases dominantes, tienen la responsabilidad intelectual de la derrota.
La victoria de Cristina Fernández estaba en la naturaleza de la política nacional.
Nadie esperaba otra cosa, y claro terminó sucediendo. Una lectura sociológica de trazos más finos requiere una concienzuda comparación de las series históricas de votantes, lugar por lugar, lo que recién se podrá hacer a partir del martes.
Mientras tanto, vale la pena pensar la naturaleza de la derrota opositora. Una pregunta organiza el problema: ¿La crisis de dirección se resuelve con unas decenas de jubilaciones anticipadas?
¿Existió la estrategia electoral opositora?
Vamos por partes. Clarín y La Nación, en tanto dirección inorgánica del bloque de clases dominantes, tienen la responsabilidad intelectual de la derrota.
Sus columnistas políticos fogonearon la impotencia opositora hasta la desesperación, para dejarlos en la estacada a la hora de producir algo más consistente que una chicana.
Dicho sin subterfugios, salvo bostiferar no aportaron nada.
Cuando el CEO de Clarín juntara en su casa para una comida a los referentes del Peronismo Federal, junto a Mauricio Macri, nadie ignoraba que se traía entre manos: una convergencia conservadora. El horizonte de 2009, la derrota oficialista tras la batalla campera, debía reproducirse. Eso era todo, el plano inclinado de la tapa de los diarios garantizaría lo demás. No parecía insensato, la rapacidad conservadora resultaba estadísticamente posible. Sin embargo, fracasó.
¿El motivo? El Peronismo Federal permitió que Héctor Magnetto fuera su jefe en última instancia. Las posturas de Magnetto surgen de sus intereses crematísticos, son la continuación de sus negocios por otros medios. Una cosa es que una fuerza conservadora respete la lógica mercantil del bloque dominante, y otra que acepte transformarse en una especie de mandaderos sin capacidad de decisión propia. Si el gobierno británico no hubiera regulado las condiciones de trabajo asalariado en la segunda mitad del siglo XIX, libros blancos mediante, la burguesía inglesa hubiera puesto en peligro la continuidad de las fuerzas productivas. Fue preciso que el Estado limitara la explotación de los muy jóvenes, con la reducción de la jornada laboral, para evitar su degradación biológica. Y ese es solo un caso, entre centenares de ejemplos posibles.
Sin embargo, Magnetto no solo dictó la partitura y el reparto de roles, sino que inicialmente gobernó las primeras acciones públicas del Peronismo Federal. El resultado está a la vista. Sólo Macri dio un paso al costado; ese comportamiento lo confinó a partido de distrito, sin política nacional. Sin duda, pero también lo preservó de la debacle general, que tampoco conformó ninguna política nacional, ni conservadora, ni de otro cuño. Ahora bien, los mariscales de la derrota partidaria pueden seguir como si nada hubiera pasado. ¿Los responsables editoriales de tanta tapa bostiferante, de tanta investigación pavota, pueden conservar sus puestos de mando? Ninguna empresa decide alegremente marchar hacia la irrelevancia, por tanto es razonable sospechar que los cambios son poco menos que inevitables. Para unos cuantos se acaba de apagar la luz; lo saben, pero aun así no alcanza.
La propuesta política para enfrentar la debacle del capitalismo global y asegurar la gobernabilidad de la sociedad argentina y sudamericana, mas allá de alegres guarradas, sigue en veremos. Sin parir esa propuesta, la crisis de dirección no tendrá fin. Todo lo que no se referencia en Cristina está signado por la precariedad, y los segmentos que la rechazan carecen de conducción cierta. Esa vacancia abre un abanico de posibilidades, y señala indeclinables responsabilidades. Para el radicalismo, por ejemplo, la situación tal vez sea la peor de su larga historia. El Chacho Jaroslavsky solía decir: “si la política nacional coincide con la interna radical hay política nacional, si no sigue la interna”. Esa observación sarcástica tiene la virtud de subrayar una tendencia histórica de la UCR. Si la próxima interna no se desenvuelve sobre otros ejes, si una corriente juvenil no es capaz de reformular un programa nacional para la sociedad argentina, su destino está sellado. Una federación de intendentes gorilas de la Pampa Húmeda no es una fuerza política nacional. Ser gorila no alcanza, como bien sabía Ricardo Balbín, y el camino de Elisa Carrió grafica ese destino impenitente.
En cuanto a la estrategia electoral de la oposición, pensar que el corte de boleta es una estrategia no es mucho pensar. Y por cierto, todos los candidatos a gobernador sin chance clamaban contra el candidato presidencial que en lugar de traccionarlos los hundía; los candidatos a intendente con chance miraban con total desconfianza a los gobernadores plumbeos, y sonreían discretamente hacia los candidatos nacionales con prensa. Y todos esperaban que un milagro los salvara del tsunami peronista. Por ese camino no solo no se remonta la crisis de dirección política, sino que se marcha hacia la fragmentación sin límites.
Un nuevo partido conservador. Desde el momento en que la Cámara Federal confirmara el procesamiento de Jorge “el Fino” Palacios, de Ciro James y cinco policías (hace más de un año, como parte de una asociación ilícita), la situación política de Mauricio Macri se volvió más que delicada. No solo porque el juez Oyarbide había sido confirmado en su evaluación, sino porque la lógica de la investigación mostraba una dirección cierta. Sin embargo, quedó claro que a los votantes de la Capital Federal las escuchas ilegales y su correspondiente evaluación judicial no les interesaban en demasía.
El dato es electoralmente relevante, pero judicialmente insensato. Macri pudo obtener los votos, pero para seguir haciéndolo debe conservar la libertad. Y como los jueces también leen los resultados electorales, no es muy difícil que antes de fin de año haya novedades de bulto en esa causa.
Esa lectura también la hizo en su momento Lilita Carrió, y si bien los tiempos judiciales y los de la política no siempre resultan convergentes, ni había ni hay dudas sobre su inevitable confluencia final. En ese momento, Carrió se aprestó a heredar la toldería del Pro, pero su propia peripecia política se lo terminó impidiendo. Entonces, el problema se presenta así: ¿Que hará la dirección de PRO ante la crisis que inexorable se avecina?
Una de las tendencias que la sociología política registra es la baja propensión al suicidio que tienen los organismos sociales vivos. Pero baja propensión e inexistente propensión no son la misma cosa. La historia nacional sobreabunda en ejemplos donde las exigencias de la sobrevivencia chocaron con la línea política, y la marcha no se alteró.
Fernando de la Rúa sobredemuestra ese aserto, y el partido gobernante prueba exactamente lo contrario. Es decir, en un caso los datos de la realidad no se registran, en el otro imponen una nueva dirección. No está escrito en el cielo hacia donde marchará el Pro. Si será fagocitado junto con su jefe histórico, o será capaz de capear el temporal y avanzar por el enorme claro que la incapacidad de la oposición deja en la vereda de enfrente de Cristina Fernández. En un caso, aceptará el dictamen de la justicia sin más, en el otro intentará salvar a Mauricio y lo mas probable es que sólo consiga hundirse con el.
Para el oficialismo, en cambio, el problema se reduce a gobernar con razonable eficacia; recién en 2013 un test electoral nos permitirá saber si los blasones de Cristina serán o no refrendados como hoy. Y en la aldea global esa fecha queda mas lejos que la nebulosa de Andrómeda.
Por Alejandro Horowicz
Periodista, escritor, docente universitario.
El peor error que cometieron los políticos opositores (para bien de la nación) es el de haber creído en las campañas organizadas por los multimedios opositores, creyeron que la gente estaba cansada del kirchnerismo enceguecidos por su propio odio y le piiaron feo...
ResponderEliminarQue alegría para el pueblo!!!
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