sábado, 21 de octubre de 2017

Santiago Maldonado fue víctima de una represión ilegal en manos de una fuerza del Estado en democracia

Santiago no eligió internarse en un río helado con temperaturas bajo cero. Fue acorralado, perseguido y agredido por un grupo de gendarmes armados con escopetas y machetes en la vera del río. Diga lo que diga la autopsia Santiago fue víctima de una represión ilegal en manos de una fuerza del Estado en democracia.

Santiago Maldonado, El Lechu, El Brujo, Ardilla, murió a los 28 años durante un operativo represivo de la Gendarmería (una fuerza federal que depende del Estado y de la ministra Patricia Bullrrich) en territorio indígena recuperado en la Pu Lof en resistencia mapuche de Cushamen, Chubut.

Santiago no eligió internarse en un río helado con temperaturas bajo cero. Fue acorralado, perseguido y agredido por un grupo de gendarmes armados con escopetas y machetes en la vera del río. Diga lo que diga la autopsia Santiago fue víctima de una represión ilegal en manos de una fuerza del Estado en democracia. Hay responsabilidades políticas e institucionales. El jefe de Gabinete del Ministerio de Seguridad, Pablo Noceti estuvo a escasos 7 kilómetros del lugar del hecho en la estancia Leleque de Benetton.

La Gendarmería elaboró una narrativa de la negación y el encubrimiento desde el primer momento.

La ministra del área los protegió y avaló a pedido del presidente Macri.

Lavaron las camionetas, mintieron sobre el total de vehículos utilizados, plagaron de hipótesis falsas la causa, se instalaron en Esquel articulando la mentira con el juez Guido Otranto y el funcionario del Ministerio de Seguridad, Gonzalo Cané.
Santiago no se fue a Chile. No cruzó el río. No fue como dijo Carrió y la frontera cloacal del periodismo oficialista.

Santiago no era de la RAM.

Santiago era un joven luchador que tenía amigos mapuches. Tatuaba gratis. Cortaba leña a cambio de papas. Practicaba kendo. Amaba a su familia y amigos. Era feliz con la música, la naturaleza y la vida.

Santiago es el estigma de una sociedad ciega que padece el odio como un veneno y encima anhela curarse en ese fuego del espanto.

Santiago ya es parte de nosotros y volverá en cada uno de los jóvenes que mencionan su nombre para construir futuro.

Por Juan Alonso

Esta nota se publicó originalmente en NUESTRAS VOCES

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