En diálogo con Página/12, los hermanos Sergio y Antonio Cornejo relatan qué tareas hacían, en qué condiciones vivían y cuál era la relación que tenían con los distintos miembros de la familia Etchevehere, incluyendo al titular de la Sociedad Rural Argentina.
La mirada desgastada por el paso del tiempo y el maltrato. Palabras que contienen algo de bronca, mucho de sumisión, aunque también alguna esperanza de cambio. Los hermanos Cornejo, Sergio de 59 años y Antonio de 65, cumplieron el 14 de junio 38 años “al servicio” de los Etchevehere, en la estancia La Hoyita. Llegaron en 1976, tras el golpe de Estado cívico-militar. Empezaron con changas, junto a su padre, y después pasaron por todos los oficios: limpiar las malezas, cortar leña, alambrar, sembrar. Nunca recibieron un recibo de sueldo. Luego de la denuncia penal del Renatea, los Cornejo contaron que les “ofrecieron” dinero a cambio de que declarasen que no trabajaron en La Hoyita. Durante los últimos tres años, los hermanos vivieron en una casilla de cuatro por cuatro, sin luz, agua, ni baño. Sólo cobraban 450 pesos cada uno. Luego de la denuncia penal, fueron trasladados hacia otra casa. Esta semana presentaron un telegrama exigiéndoles a los Etchevehere que les paguen los sueldos adeudados desde 1976. Mañana brindarán su declaración testimonial ante el fiscal Samuel Rojkin, que investiga el posible delito de reducción a la servidumbre al que habrían sido sometidos durante 38 años.
Página/12 estuvo en el campo La Hoyita y dialogó con Sergio y Antonio Cornejo. Ante cada pregunta, una respuesta de pocas palabras. El que habla es Sergio, seguido atentamente por su hermano.
–¿Qué edad tenían cuando empezaron a trabajar en La Hoyita?
–Cuando entré acá tenía 21 años, después de hacer la colimba.
–¿Y qué hacían?
–Limpiar el monte, trabajábamos en la estancia, siempre por unas moneditas.
–¿Con quién tenían trato?
–Con Olivera, que era el capataz, y el patrón era Miguel Lorenzo Barbero, el padre de Leonor (madre de Luis Miguel, Arturo Sebastián y Juan Diego Etchevehere).
–¿Cuándo empezó el trato con Leonor Barbero?
–Cuando murió el padre. Ahora no trabajamos más. Nos paró el trabajo. Hasta hace poco sí trabajábamos.
–¿Qué fue lo último que hicieron?
–Hacer las líneas, los alambrados, hace poco, menos de un mes.
–¿Tenían trato con Arturo Sebastián Etchevehere?
–Sí, Sebastián es administrador de acá, cuando no venía ella venía él.
–¿Alguna vez tuvieron un recibo de sueldo?
–Nunca, nada.
–¿Obra social?
–No. Cuando queríamos un remedio, la señora (Leonor Barbero) nos daba una aspirina.
La estancia La Hoyita está ubicada en la localidad entrerriana de Rosario del Tala, sobre la Ruta 15. Cuenta con 2280 hectáreas destinadas a la agricultura y la ganadería. Una parte de este campo forma parte de Las Margaritas SA, integrada además por las estancias Los Cachorros, Casa Nueva, El Supremo y Las Margaritas. En total, la empresa del Grupo Etchevehere totaliza más de 5 mil hectáreas. El campo La Hoyita pertenecía a la familia Barbero y fue heredado por Leonor, quien le transfirió el 42 por ciento de las acciones a la sociedad jurídica Las Margaritas.
Al momento del encuentro con los hermanos Cornejo, estaban retirando del campo parte de la cosecha de soja guardada en los silos bolsa a través del contratista Berardo Agropecuaria SRL.
–¿Qué ocurrió el domingo 15 de junio?
–Estaba muy enojada, vino acá de noche, nos pidió que no dijéramos nada, que no trabajábamos acá. Vino con Juan Diego y Sebastián (Etchevehere) y nos dijo que, si no decíamos nada, nos iba a dar esta casa y 2000 pesos a cada uno. “Ustedes digan que no trabajan acá”, decía. Maldonado (el actual capataz, casado con una sobrina de los Cornejo) también tenía que decir que no trabajamos acá. Pero es mentira: 38 años, el 14 (de junio) hizo 38 años.
–¿Antes de eso los había llevado a otro lugar?
–A Marcial. Nos hicieron firmar cosas y nos dieron 10.000 pesos a cada uno.
–¿Qué firmaron?
–No sé, dos o tres papeles, firmamos con el dedo y nos dieron la plata. Después nos llevaron a tomar un helado.
–¿Quiénes estaban?
–Leonor y Sebastián, más un contador y una mujer de otra oficina. No sé por qué nos dieron eso a cada uno, quizá pensaron que estaba todo arreglado.
La alusión a las fechas y el tiempo transcurrido no es algo anecdótico. En junio de 1947 fue promulgado el estatuto del peón rural, instaurando una serie de derechos para los trabajadores del campo. Esos derechos fueron abolidos con el golpe de Estado cívico-militar de 1976, el mismo año en que los Cornejo ingresaron a trabajar a La Hoyita. Tuvieron que pasar 38 años para que los dos hermanos fueran considerados sujetos de derecho.
–Antes de que los trajeran a esta casa sobre la Ruta 15 (dentro de La Hoyita), ¿estaban en otro lugar?
–Sí, adentro en el campo. Antes de que nos trajeran acá nos iban a poner el baño, el agua. Después nada.
–¿En cuántos lugares vivieron?
–Por el ’80 y pico estábamos en una casa de material. La última era una casa tipo casilla.
–¿Cuánto medía?
–Era cuatro por cuatro. Tres años estuvimos ahí. Primero nos sacaron de la casa de material y después a la casilla. Nos habían hecho el baño pero faltaba el pozo. Teníamos que ir al campo. Habían comprado todo, el día viernes (antes de que salieran publicadas las primeras informaciones de la inspección del Renatea) habían comprado todo para hacer la conexión de agua pero el sábado se acabó.
–¿Les daban la comida?
–Qué van a dar. Teníamos que ir a Las Guachas.
–¿Dónde queda eso?
–Como a una legua. Ibamos caminando.
–¿Tenían algún medio de comunicación, un teléfono?
–Nada, nada, nos decían que iban a bajar la luz.
–¿Cómo se bañaban?
–Teníamos que ir hasta el molino y cuando llovía mucho teníamos que ir a un arroyito.
–Cuando trabajaron en la cosecha, ¿qué hacían?
–Sembramos trigo, lino. Se sembraba mucho lino.
–¿Soja?
–Sí. Antes de que vinieran las máquinas.
–Nunca se fueron de acá. ¿Creen que los Etchevehere fueron injustos con ustedes?
–Sí... (silencio). Vos te das cuenta, nos pagaban sólo 450 pesos a cada uno. Antes 300 a cada uno. Yo le pedía aumento y ella nos daba un poquito, por ahí te decía que no podía. Nos daba 50 pesos por ahí.
–¿Les alcanzaba?
—¡¿Qué va a alcanzar?! Nos las rebuscábamos, pescábamos algo, cazábamos algunos animales.
–¿Te gustaría que las cosas fueran diferentes?
–Sí, cómo no. Que podamos comprar comida, que nos alcance. Ahora no tenemos trabajo.
La empresa Las Margaritas SA cuenta con más de 5000 hectáreas y 3500 cabezas de ganado. Según datos de la AFIP, solamente tiene declarados ocho trabajadores, mientras que el año pasado, sólo seis. Tampoco están inscriptos como empleadores en el Renatea. Los dueños de esta compañía, Leonor Barbero y los hermanos Luis Miguel Etchevehere, Juan Diego y Arturo Sebastián, son investigados por el posible delito de defraudación por los manejos financieros realizados desde Las Margaritas SA (ver aparte).
El miércoles 18 por la tarde, en una impasse de la conversación entre Pagina 12 y los Cornejo, Leonor Barbero y sus hijos Juan Diego y Arturo Sebastián llegaron hasta la puerta de la casa en dos camionetas. Sólo estaba Antonio, ya que Sergio se había trasladado a un campo contiguo para realizar una diligencia. A modo de puesta en escena, Barbero le “rogó” que no se fueran del lugar, “que sería un duro golpe para ellos”. Ese mismo día el fiscal Rojkin firmó el pedido de declaración testimonial de los Cornejo y otro denunciante, Francisco Taborda.
–¿Sabés que Sebastián tiene otro hermano que se llama Luis Miguel, presidente de la Sociedad Rural?
–Sí, el que tiene el remate (Etchevehere Rural SRL). Los conocemos a todos. Son cuatro. Tres hombres y una mujer, la Dolores. Los conocemos de trabajar acá.
–¿Hay ganado acá?
–Cómo no va a haber. Tenés como 900 vacas, sólo acá. El resto no sé. Y con terneros y todo.
–¿Conocés al sindicato de peones rurales, escuchaste hablar de la Uatre?
–Nunca.
–¿Alguna vez tuvieron la visita de funcionarios, alguien se ocupó de ustedes?
–Vinieron del Ministerio de Trabajo de acá (Paraná, Entre Ríos) y no pasó nada, quedó todo en la nada, fue como hace cuatro meses (N. de la R.: esa visita coincide con la fecha de la primera denuncia de Taborda).
–¿Qué creés que va a pasar ahora?
–Algo va a pasar, algo raro va a pasar (risas).
–¿Como qué?
–Y que nos paguen, algo nos van a tener que pagar.
Fuente: Sebastián Premici-Pagina 12
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