Fue preso político entre los años 60-63, 68-73 y exiliado a partir del 75 en Francia, desde donde denunció internacionalmente los crímenes de la dictadura militar. Con el retorno de la democracia se dedicó a temas culturales, adoptando como oficios la producción cinematográfica y la dirección de un sello discográfico, pero siempre intentando aportar a la reconstrucción del movimiento nacional y popular.
Sus obsesiones fueron el recuerdo de los compañeros caídos y la voluntad de configurar la memoria histórica de nuestro pueblo, en ese sentido su aporte a través de charlas y encuentros (sobre todo con los jóvenes), sea en barrios, universidades o actos en todo el país, fue invalorable.
No se calzaba el traje de militante para hablar en un acto o tener una discusión política, la militancia de Cacho era la vida misma. Siempre decía que para luchar no se necesitaba "leer algún manual" ni que la revolución se hacía "con escuadras o tiralíneas", sabía que bastaba identificarse con la lucha del pueblo y que sólo "hay que sentir como propia cualquier injusticia que se cometa contra cualquiera en cualquier parte del mundo", haciendo suya con total autoridad la frase del Che Guevara. No dividía a las personas de acuerdo a su carácter ideológico o partidario: "Las personas se dividen en buenas o malas personas", con humildad y con todas esas premisas buscó hasta el final "cavar la propia trinchera donde luchar".
Como muestra del significado que tiene para el movimiento popular, hay que decir que al día siguiente de su muerte en paredones de Buenos Aires, al lado de consignas partidarias, se podía leer: "Aguante Cacho El Kadre", que en Rosario se constituyó el Centro de Estudios para la Transformación Social "Envar El Kadre", compañeros suyos de capital se agruparon bajo su nombre, en la plaza del barrio de toda su vida una plaqueta lo recuerda, y algunas zonas del conurbano la corriente de desocupados Envar El Kadre lo homenajea cotidianamente entre piquetes y cortes de ruta. Su nombre ya es bandera.
El 19 de julio del 98 ese corazón grande que tenía le dijo basta, tenía 57 años cargados de lucha, solidaridad y ternura. Al día siguiente cientos de familiares y compañeros lo lloraron y despidieron; era el día del amigo. Sus restos descansan en el cementerio islámico con tierra que él mismo había traído del Líbano, el lugar de sus antepasados. Su memoria está siempre presente.
(Fuente: Revista Tintas del Sur Nº 4)
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