Medio año se cumple hoy sin «el Lupo», o «el Pingüino», como lo llamaban en todo el resto del país. Néstor Kirchner falleció un 27 de octubre a la madrugada en su residencia de El Calafate, atrás dejó una familia y una huella imborrable en la política nacional.
Para muchos lejana, para otros reciente, y para algunos inconcebible, es la muerte del patagónico más famoso de la historia del país.
Hoy se cumple medio año de su fallecimiento aquella madrugada del 27 de octubre, cuando descansaba en su residencia de la villa turística junto a su esposa y presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner.
Día en que se desarrollaba, paradójicamente, el Censo Nacional de las personas; pues en su útimo discurso en el Bóxing Club había prometido cambiar su domicilio a la Provincia de Santa Cruz.
Detrás han quedado las conjeturas acerca de los motivos médicos, psicológicos y demás que pudieron ser factores desen-cadenantes de una sorpresiva muerte, en medio de un país convulsionado por los cambios políticos y económicos que se venían dando con su llegada y con su ingreso a la política nacional, luego de cuatro años de presidencia, y casi tres años al lado de su esposa, siendo pilar fundamental en el sostenimiento de las políticas del kirchnerismo, cuando sobrevino el deceso inesperado.
Los funerales de Néstor Kirchner marcaron un acompañamiento popular masivo a su persona y a la figura de la viuda, quien no abandonó los restos de su esposo durante los tres días que duró el velorio, tanto en la ciudad de Buenos Aires como en Rìo Gallegos en donde actualmente descansan sus restos.
Algunos compararon su muerte con el deceso del Gral. Perón, también un día lluvioso en la romántica Buenos Aires. Los paraguas negros afloraban arriba de los tristes rostros mojados.
Miles de personas desfilaron por la Casa Rosada, porque las puertas se abrieron para que “el pueblo” despidiera al líder.
Mujeres, niños y hombres rindieron homenaje y lanzaron todo tipo del consuelos a la Presidenta durante dos días.
Centenares de personas corrieron detrás del coche fúnebre como queriendo aún evitar la partida de los restos de Néstor Kirchner a su lugar de nacimiento, aquí, la austera y gris ciudad de Río Gallegos, en donde surgió como hombre, como político, padre y esposo, al sur de la Patagonia más austral, tierra de nadie o de hombres que se hacen rudos por las condiciones climáticas del tiempo y las grandes distancias con los poblados mas importantes.
Como no podía ser de otro modo, el cielo nunca estuvo soleado, y para recibir a Néstor Kirchner, ese día el viento soplaba como rabioso en Río Gallegos.
Una agotada Presidenta bajaba del avión presidencial, escaleras abajo se azotaron sus cabellos que no atinaron a mover su compostura.
Mujer que volvía a sus tierras, pero ahora a entregar a la desierta meseta patagónica a su compañero de toda la vida.
Ceremonia bella por fuera, organizada por fuera, pero triste, dolorosa y caótica por dentro, nadie sabía cómo actuar.
Una caravana desde el aeropuerto local siguió los restos del hijo de la ciudad.
Algunos tuvieron esperanzas de frenar la muerte anteponiéndose ante el coche fúnebre.
La fuerza de la naturaleza se topó con el desconsolado llanto de los seguidores, de los militantes y de la familia del fallecido.
El pueblo paralizado lo esperaba en el cementerio local; en los últimos cien metros, el coche fúnebre afrontó una masa de personas que querían despedirlo o dar un mensaje a la primera mandataria.
Los portales del cementerio se cerraron, como se cerró el ciclo de un hombre que marcó por su audacia y desfachatez.
Después, las flores y un interminale recuerdo.
Fuente: Prensa Libre Online.
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