domingo, 29 de agosto de 2010

Lidia Papaleo: “A mi marido lo mataron por Papel Prensa”

La viuda de David Graiver responsabiliza a Héctor Magnetto: “Tenía la mirada de un tipo poseído, violento.” “Jamás fui libre. Vivía con pánico y creo que todavía me pueden matar”,asegura.

-¿Cómo calificaría la cobertura de Clarín y La Nación sobre este tema?
-Vergonzante.

En la edición del diario Clarín, se publicó que cuando declaró en La Plata no le imputó ningún delito a Héctor Magnetto. ¿Esto es cierto?
-No, no es cierto. Cómo va a ser verdad, si yo conté de qué forma firmé los papeles que firmé y las palabras textuales de Magnetto. Dije claramente que yo fui a firmar pero firmé bajo la presión de Magnetto. Supe que no tenía otra posibilidad más que firmar.

-La presidenta Cristina Fernández calificó de “libertad ambulatoria” su situación, ¿le parece correcto?
-Buena imagen. Totalmente. Una cosa extraña que me pasó fue que me sentí aliviada cuando estuve en la cárcel. Lanusse me dijo el grupo no es buen visto por la Junta, éramos un clan al que había que desplazar.

-¿Isidoro, por qué cree que cambió sus dichos?
-Por dinero.

–¿Cree que le robaron Papel Prensa? ¿Quiénes?
–El señor Magnetto, la gente de La Nación. Los hechos lo demuestran. Asociados con la dictadura. Hay un tipo del grupo de Camps que torturaba, que aun sin verlos a ellos, era tan intenso el dolor que muchas veces se te movía el vendaje, y lo reconocía por el pies. Cuanto más sangraba yo, él me eyaculaba encima. De tanto picanearme, me dislocaron los hombros. Me ponían sobre un elástico, atada, y para escapar de la picana, me movía hacia un costado y el otro. Después ellos me tiraban en un calabozo, muy chiquito, muy frío. Y yo, que soy muy creyente, sentí que Dios me iba a salvar. Desnuda, quemada, era yo la que protegía a las otras dos mujeres. Nos abrazábamos para darnos calor.

–Héctor Magnetto, ¿cuándo aparece en su vida?
–Lo vi una sola vez en mi vida. Nos avisa mi cuñado que tenemos que ir a firmar. Voy a esa reunión, insisto en que era de noche. Mis suegros quedan lejos, no escuchaba lo que hablaban. Quedo sentada en otra mesa, y Magnetto nunca se sentó, siempre estuvo parado. Se presenta, me dice quién es y me pone papeles que nunca leí, me da la lapicera, y me dice: “firme porque en esto va la vida de su hija y la suya”. Nos miramos. Cuando me da la lapicera, sosteniéndola para que yo lo mire, no tuve dudas. Era un hombre con mucho poder y mucha locura. La mirada de un tipo poseído, violento. Me agaché, firmé, él me pasaba las hojas. Después nunca más lo vi en mi vida.

-¿Cómo cree que terminará esta historia?.
-Bien, con la verdad. Con la verdad acumulada durante 34 años. Los papeles están, las pruebas están. La palabra no sirve. La prueba es irrebatible.

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