miércoles, 26 de agosto de 2020

COVID-19: secuelas del coronavirus a largo plazo

"Estoy mejor, pero no estoy bien. Me aterra seguir así el resto de mi vida".

China notificó su primer positivo por coronavirus a mediados de diciembre de 2019. Ocho meses después y con casi 24 millones de casos confirmados en todo el mundo, la comunidad médica sigue aprendiendo sobre el virus y sus secuelas, que afectan a muchos pacientes hasta pasados cinco meses de dar negativo.

Según Janice Johnston, directora médica del Redirect Health de Arizona (Estados Unidos), “la mayoría de los pacientes que contraen el coronavirus se recuperan en una o dos semanas, pero quienes sufren una sintomatología más grave tardan hasta cuatro”.

En cuanto a los crónicos, señala que “no está claro aún quiénes corren más riesgo de presentar secuelas a largo plazo, pero parece que afecta más a las personas que pasan la enfermedad con un cuadro más grave”.

Estas secuelas incluyen síntomas cardíacos y neurológicos, así como otros problemas frustrantes y debilitantes con gran influencia en el día a día. 


Falta de aliento, tos y presión en el pecho

Johnston señala que las secuelas más comunes son similares a algunos de los síntomas de la fase aguda de la enfermedad: falta de aliento, tos y presión en el pecho.

En su experiencia, los pacientes que tuvieron que ser intubados por fallo respiratorio o por coágulos de sangre fueron los que más secuelas sufrieron en su vuelta a la rutina.

“Su función pulmonar y su masa muscular tardaron mucho en recuperarse y en muchos casos necesitaron múltiples medicamentos, inhaladores, oxígeno y fisioterapia”, explica Johnston.

Sandy Rairdan, una mujer de 60 años de Arizona (Estados Unidos), explica que su capacidad pulmonar fue pobre desde que dio positivo hace dos meses.

“No puedo pasar media hora caminando. Pude nadar un poco y fue bueno para mis pulmones. Un análisis de sangre descubrió que mi hígado ya no funciona correctamente y que mis plaquetas no volvieron a la normalidad. Ese análisis de sangre confirmó que había sufrido un trauma severo, pero en la radiografía, el pulmón ya se veía limpio”, expone.


Fatiga

Otra secuela común del coronavirus a largo plazo es la fatiga. Johnston sostiene que esto no solo lo vio en sus pacientes, sino que ella misma lo confirma desde que contrajo el coronavirus en junio.

Rairdan también incluye la fatiga entre sus secuelas: “Es enorme y creo que va a acompañarme durante mucho tiempo”.

Aluko A. Hope, codirector del COVID Recovery Engagement del hospital Montefiore de Nueva York, atribuye esta fatiga al “esfuerzo emocional y cognitivo que supone recuperarse de una enfermedad tan grave”.

“Muchos pacientes de coronavirus que reciben el alta tienen dificultades al subir y bajar escaleras porque sus músculos aún no se han recuperado”, señala Hope. “Eso implica que tareas tan simples como atender una llamada telefónica o responder un correo pueden llevar a esa persona hasta la extenuación”.


Niebla mental y problemas de memoria

Hope indica que muchos pacientes sufren niebla mental superado el coronavirus porque su capacidad cognitiva no se ha recuperado del todo. Tareas tan sencillas como hacer la compra, que requieren caminar y pensar al mismo tiempo, les llevan al límite todos los días.

La investigadora Hannah Davis asegura que lleva casi cinco meses sufriendo esta secuela. Davis relató su experiencia en un artículo en el periódico británico 'The Guardian', donde explicó que le costaba incluso leer los mensajes del móvil.

“No era nada complejo, solo intentaba organizar una videollamada, pero si las frases se alargaban más de lo necesario, perdía el hilo. Era por la noche y lo atribuí a que estaba cansada, pero una hora después me tomé la temperatura y tenía fiebre”, recuerda.

Davis explica que sufrió problemas neurológicos desde el inicio de la enfermedad. A menudo se sentía “espesa o con la mente en otra parte” y se olvidaba de cosas, incluidos los medicamentos que necesitaba tomar.

“Cuatro meses después de dar negativo, sigo teniendo fiebre casi a diario, disfunción cognitiva, problemas de memoria, problemas gastrointestinales, dolores de cabeza, taquicardias de más de 150 pulsaciones por minuto en reposo, dolor muscular y articular y la sensación de que a mi cuerpo se le olvidó respirar”, enumera.


Problemas cardíacos

Jennifer Haythe, cardióloga de cuidados intensivos del Centro Médico de la Universidad de Columbia, asegura que algunos pacientes superan el virus con “síndromes cardíacos persistentes, como bombeo cardíaco reducido, inflamación cardíaca, dolor de pecho, arritmias...”.


Pérdida de audición

La covid-19 influye en la tensión sanguínea, lo que afecta a la audición. La doctora Shelley Borgia, experta en audición y fundadora de NYC Hearing Associates, sostiene que una correcta tensión es fundamental para todo el organismo, incluida la cóclea, una parte del oído interno. Si hay mucha o muy poca tensión, podés sufrir una pérdida auditiva”.

“Cuando un paciente contrae la covid-19, la falta de sangre y oxígeno en su sistema puede limitar su audición”, asegura.

Borgia comenta que algunos de sus pacientes sufrieron “pérdida total y repentina de la audición mientras que a otros les empezaba a costar oír hablar a los demás”.

“Mucho más frecuente es la aparición de pitidos o zumbidos persistentes en los oídos (tinnitus), una enfermedad invisible que a menudo es diferente en cada persona”, añade.


A veces ni siquiera sabés qué síntomas esperar al día siguiente

Kristin Smith, una joven de 33 años que contrajo el coronavirus en marzo, señala que sufre un cúmulo de secuelas desde el principio. “Las primeras dos semanas fueron las peores con diferencia”. Cinco meses después, aún no se terminó de recuperar.

“A los tres meses, mis síntomas habían remitido casi del todo. Mi marido (que no había tenido ningún síntoma hasta entonces) y yo celebramos mi ‘recuperación’ y, al día siguiente, volví a la casilla de salida: falta de aliento, dolor de pecho, escalofríos, alucinaciones, vértigo, taquicardias, entumecimiento en las piernas, cosquilleo en los dedos, esófago inflamado, fatiga extrema, etc.”.

“Visité a un montón de médicos, me hicieron todas las pruebas del mundo y todas salen bien. Esos resultados no reflejan cómo me encuentro”. 

Smith comenta que se ha tenido que apoyar en otras personas en su situación.

“Es muy importante hablar abiertamente de esto. Hace poco me uní a un grupo de personas con secuelas crónicas por el coronavirus y me resultó muy útil ver que no estoy sola”, asegura.

Y aunque ella (y muchas otras personas) mejoraron desde que “superaron” la enfermedad, están muy lejos de encontrarse igual de bien que antes.

“Si me comparo con cómo me encontraba en marzo, estoy mejor, pero no estoy bien”, lamenta. “Me aterra seguir así el resto de mi vida. Siento como si estuviera estancada entre la muerte y la recuperación total. No puedo ni tomar aire sin acordarme del coronavirus. Siento como si mis pulmones fueran bolsas de papel que se arrugan cada vez que respiro”.


Por Stephanie Barnes
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos.

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