Ayer por la tarde se inauguró una peatonal en la calle donde estaba el boliche Cromañón que ardió hace diez años, matando a 194 jóvenes. Hoy, Bartolomé Mitre al 3000, ya es un paraje para la memoria, donde fotos de las víctimas se alternan con mensajes de sus familiares. “Surgió para dejar plasmada la evolución de todo un proceso de dolor y de duelo”, dijo Juan José Gómez Centurión, uno de los oradores.
Hacen treinta y cinco grados pero en la calle parecen cien. El calor y el olor a basura transforman la tarde en una típica postal porteña de diciembre pero eso no impide que la gente se empiece a juntar en el barrio de Once. En Bartolomé Mitre al 3000, van llegando personas con remeras, fotos, carteles y banderas. Pasadas las seis y media, comienza a llenarse de a poco la ahora peatonal, que servirá como pasaje para recordar a los 194 jóvenes que murieron en la tragedia de Cromañón, aquella noche del 30 de diciembre de 2004, en pleno recital de Callejeros.
Este diciembre recibe a los familiares de las víctimas y a los sobrevivientes de una forma distinta, tal vez con un dolor más profundo que el de los años anteriores, porque se cumple una década de aquella noche, también calurosa, donde una salida de emergencias cerrada, un boliche con más gente de la que entraba, bengalas y un techo inflamable dieron como resultado una tragedia evitable.
Lo que reúne a todos los sobrevivientes, familiares de víctimas y funcionarios no es sólo un acto conmemorativo sino la apertura de la calle donde funcionaba el boliche del empresario fallecido este año: Omar Chabán. Ahora es un pasaje de memoria, con mensajes, carteles y fotos. En la entrada, por Bartolomé Mitre, tres paredes exhiben fotos y datos de las víctimas. Forman pasillos de dolor y a la vez de consulta, para aquellos quienes lo atraviesen puedan mirar a los ojos a cada uno de los 194.
Las paredes del exterior del local tienen gigantografías de primeros planos que muestran los ojos de algunos familiares. Uno de ellos dice: “hace más ruido un hombre gritando que cien mil callando”. A unos metros, la placa en la entrada del boliche –que más tarde descubrirá la vicejefa de Gobierno, María Eugenia Vidal– permanece tapada.
“Este pasaje es un logro de la lucha que hemos llevado a cabo durante diez años. Acá no tenemos que olvidar que nos atropellaron de diferentes formas”, opina José Guzmán, padre de Lucas, víctima de la corrupción y de la negligencia del Estado de aquel 30 de diciembre. “Si fuese por las autoridades de la Ciudad, hubiesen abierto en poco tiempo la calle. Nosotros hemos resistido, y este diciembre me encuentra pedaleando para que no vuelva a existir otro Cromañón”, agregó.
“Cromañón ha cambiado algo: la sociedad ahora sabe que hay una burbuja corrupta y que hay que cuidarse de eso. En cuanto a la infraestructura, no hace falta que lo diga: uno puede ver cuántos balcones se han caído en este último año”, opinó Eduardo, sobreviviente e integrante de la organización 30 de diciembre. “Vine hoy porque en este mes uno trata de estar en todas. Tenemos que intentar decir todo lo que podamos porque es el momento en el que más se nos escucha. No queremos que nadie pase lo que nosotros tuvimos que pasar”, dijo minutos antes de que empezara el acto.
Según Juan José Gómez Centurión, uno de los oradores y director ejecutivo de la Agencia Gubernamental de Control, el trabajo fue en conjunto con el Ministerio de Espacio Público y la ONG Familias por la Vida, formada por madres y parientes de las víctimas. “Nosotros somos los ejecutores de esto pero no los autores”, dijo. “Surgió en el marco de un convenio que tuvimos con la organización, y con meses de trabajo fueron apareciendo diferentes temas, como por ejemplo el simposio de tragedias evitables y la oportunidad de, a los diez años, dejar plasmada la evolución de todo un proceso de dolor y de duelo en un espacio que pueda ser de recordación”, agregó Centurión.
Dolor de madres
Rosa David, mamá de Verónica y Mariano, víctimas de aquel incendio, no se siente del todo bien. Se la nota cansada. “Hoy estamos muy mal con estos diez años, muy tristes, y seguimos esperando justicia”, contó. Quiere que este sea un espacio para recordar para todos, porque ellas nunca dejaron de venir.
Pasadas las siete de la tarde, llega Vidal y comienza el acto. El discurso de Mónica, una madre también integrante de Familias por la Vida, resulta desgarrador. Por primera vez en el acto se escucha catalogar a la tragedia como “masacre no natural”. “Esta calle se la debían a nuestros hijos”, dijo la mujer al micrófono entre sollozos, rodeada de compañeras, sobrevivientes y ante, por lo menos, tres funcionarios públicos. “Una promesa cumplida”, dije, conforme –al menos por un rato– al terminar su discurso.
Después de otros oradores, Nilda Gómez, madre de Mariano Benítez y presidenta de Familias por la vida, tomó el micrófono para agradecer a “las madres guardianas” del santuario, a las que nunca dejaron de llevar sus recuerdos, de mantenerlo limpio y activo. Cuenta que han pasado navidades ahí juntas, y que cada 8 de diciembre arman el arbolito, a metros de Plaza Miserere y en la intemperie. Las palabras de Nilda apelan a la sensibilidad y más de uno entre el público se estremece: “Nadie nos dio un manual, junto con la bolsa negra con el cadáver de nuestros hijos, que diga cómo luchar y cómo pedir justicia, hacemos lo que podemos. Si vuelve a pasar Cromañón, hay solo 194 personas libres de peligro”.
Una vez terminado el acto, María Eugenia Vidal se refirió a la carrera política de Aníbal Ibarra –jefe de Gobierno al momento de la tragedia y luego removido de su cargo por juicio político–: “Lo va a decidir la gente, pero también creo que ya decidieron hace rato, con los votos, que no tenía el apoyo para llegar, más allá de que él pretenda insistir”.
Por Agustina Gewerc
Fotos: Patrick Haar
Fuente: InfojusNoticias