El domingo 23 de octubre iba a ser un domingo de festejo militante. Así lo imaginaba Emilio Pérsico, líder del Movimiento Evita. Un día que no sería como cualquier otro, por la previsible victoria de Cristina Fernández en las elecciones presidenciales, pero que quedaría en la memoria del dirigente por la celebración con los propios y con algunos otros, como los compañeros del Frente Transversal. Sin embargo, ese domingo, el 23, la Plaza de Mayo, donde Pérsico instaló un camión “con sonido y algunos discos de música”, se llenó de hombres, de mujeres, de jóvenes y niños, de familias enteras a lo largo y a lo ancho, como si la consigna hubiera sido no dejar espacio libre en el lugar y brindar a lo grande. Una invitación a la que terminó sumándose incluso CFK, que saludó a la multitud y bailó al compás. Toda una “sorpresa”, según confesó el mismo Pérsico, a lo largo de esa semana.
–El apoyo a la gestión K había quedado reflejado durante las primarias. ¿Por qué lo sorprendió el festejo multitudinario en la plaza?
–Me sorprendió por dos o tres cosas. Primero, por la espontaneidad. Nosotros creíamos que había muchas ganas de festejar después de todas las cosas que habían pasado. Pero lo pensamos más para la militancia y en realidad fue una cosa masiva, donde el pueblo fue el que terminó expresándose. Son de esas cosas en las que el pueblo sale espontáneamente, a festejar o a protestar, como el 17 de octubre o el 20 de diciembre de 2001. Acá fueron a festejar. Había gente con cochecitos, personas que se paraban en esquinas de Avenida de Mayo, lejos de la plaza, porque a la plaza no se podía llegar de la cantidad de gente que había. Nos merecíamos un festejo así, Cristina se lo merecía. Y después el otro elemento es que me hizo recordar una cosa que siempre nos decía Néstor Kirchner, que esa fue la parte triste de aquel día, al menos para mí. Él siempre insistía con que la manera de defender a Cristina era la movilización popular, decía que teníamos que ser capaces de juntar cincuenta mil personas en un segundo. Eso se dio aquel domingo y Néstor no estaba. Fue un poco el trago amargo pero entiendo que muy mío.
–Dijo que llegó el festejo “después de todo lo que pasamos”. ¿A qué se refiere?
–El fallecimiento de Kirchner, como dice Cristina, y con lo que estoy de acuerdo por la forma en que lo dice y por lo que significa, no fue como muchos dijeron el peor momento político que atravesamos. Fue un mal momento. Pero pasamos cosas más difíciles como cuando la corporación del campo y la corporación mediática se nos tiraron encima, queriendo voltear a la Presidenta desde el primer día. No puedo ni siquiera decir que fue mi momento más difícil en política, hubo peores como el período del modelo neoliberal o la dictadura militar. Pero estos fueron difíciles y tener una alegría como la que tuvimos valía la pena.
–Después de su primer gobierno, CFK terminó cosechando más del 54 por ciento de los votos. ¿Qué decisiones políticas marcaron semejante apoyo popular?
–En primer lugar, hay que tener en cuenta que Néstor nos dejó bases sólidas para el despegue. Por ejemplo, lo del ALCA fue muy importante. Nosotros teníamos superávit con países como China o India y Estados Unidos tenía un déficit muy grande con esos mismos países, que quería trasladar hacia nosotros. Kirchner lo vio en su cuadernito de espiral y dijo que no. Tomó una decisión difícil pero con una lógica elemental, que generó una base de independencia económica. Al igual que el desendeudamiento, salir del Fondo o reformar la Justicia. A la Argentina nos apretaban desde los sectores financieros y no lo pudieron hacer más. Tenemos un Estado fuerte. Demostramos que hay grupos económicos, como los mediáticos, que tienen intereses, que hablan según esos intereses, que no son neutrales en esto. Obviamente a ese proceso se sumó la etapa de Cristina, la etapa de las transformaciones. Cristina tomó las mejores medidas de este proceso, las más populares, recuperando los recursos de los trabajadores, estableciendo la asignación universal por hijo. Montones de cosas que hicieron que la gente la apoye. Incluso, estar en un piso en la política mucho mayor.
–¿En qué sentido?
–En el sentido de que fue ella quien nos deja un nivel de conciencia mucho mayor en nuestro pueblo. Si Néstor daba la batalla política como un león, Cristina dio y da la batalla ideológica, cultural, como una leona. Ella explica muy claramente hacia dónde hay que ir. Lo dijo clarito en la campaña: “Cuando gobernaron las minorías en la Argentina gobernaron para las minorías, dejaron las mayorías afuera y eso hizo que la Argentina fuera inestable. Cuando gobernaron las mayorías, no tuvieron en cuenta a las minorías y eso también hizo que la Argentina fuera inestable. Hoy tenemos un gobierno para todos, pero ojo que no es un gobierno imparcial o neutral, es un gobierno que defiende a los trabajadores y a los más humildes”. Esa es la filosofía del Gobierno.
–¿Cómo se inscriben los movimientos sociales en esa lógica?
–Los movimientos sociales salimos en un momento en donde el Estado no estaba presente en el territorio. Hoy en día podríamos decir que el déficit más importante que tenemos es que no transformamos ese movimiento masivo de resistencia en una expresión política. Es decir, si hay algo que le falta a la transformación política en el país no es cómo se vota o con qué instrumentos, sino el hecho de incluir más gente de los movimientos populares en la dirigencia política, que sigue siendo principalmente un espacio para la burguesía y algunos sectores de la intelectualidad.
–¿El kirchnerismo es la puerta de entrada a esa transformación?
–Ese proceso se sigue dando en el peronismo. No se da en otro lugar, ni en el progresismo ni en la izquierda. Y digo así porque el kirchnerismo es mucho más amplio que el peronismo y dentro de él hay muchos sectores que no hacen un trabajo de ponderar a los humildes. Si queremos mayor distribución, debemos distribuir poder a los que no lo tienen. Y la herramienta para hacer eso sigue siendo el peronismo.
–Después de las denuncias contra las Madres de Plaza de Mayo por la construcción de viviendas, el Movimiento Evita se hizo cargo de algunos trabajadores. ¿Cómo continúa ese proceso?
–A nosotros nos convocaron para darles una mano a los compañeros que quedaron sin trabajo y seguimos en ese proceso. El programa de las Madres era un programa de construcción de viviendas pero también, y más importante, de inclusión social. Muchos barrios, muchas villas habían cambiado por eso. Por ejemplo, recuerdo un día que todos habían cobrado y el supermercado estaba lleno. Y cuando llegué a mi barrio, en todos los ranchitos habían prendido fuego para cocinar. Había mayor ingreso en el territorio y Hebe colaboró muchísimo con esos cambios. Nosotros queremos rescatar y sostener eso. Una de las capacidades que tenemos las organizaciones sociales, que nos quedó del neoliberalismo, es la capacidad de inventarnos trabajo. Hoy estamos sosteniendo la construcción de viviendas en la ciudad, también nos han dado una mano los compañeros de la empresa de Agua más Trabajo, para hacer saneamiento, avanzamos en armar un taller textil, en darle continuidad a la guardería. Estamos tratando de resolver todos los problemas.
–¿En qué otras cosas hace falta avanzar?
–Para decir eso primero hay que decir qué hicimos. Salimos del infierno, resolvimos el problema del hambre; dimos más ingreso en los barrios, hay más trabajo. El problema más grave es que el trabajo todavía es un trabajo indigno, es decir que no tiene plenitud de derechos. Hay que pelear por mejores condiciones, trabajo en blanco, capacitación. Y después pelear contra otras cicatrices como las pibas jóvenes embarazadas, las jefas de hogar que todavía no pueden sostener a sus familias, y los jóvenes que no trabajan ni estudian, que todavía siguen siendo muchos. Por último, diría que otro tema importante es el acceso a la tierra. Hoy hay más ingreso en el barrio y la gente se hace su casa de material, pero una arriba de la otra. Si no existe una política fuerte de lote social, no vamos a resolver esa cuestión. Eso y significar, entender y dignificar a los compañeros que no entran en la economía de mercado, sino que todavía participan de una economía paralela.
–¿Cómo se combina esa cuestión con el “capitalismo en serio” de CFK?
–Eso fue una chicana para otros países. Más que definir lo que tenemos que hacer nosotros, Cristina quiso definir lo que están haciendo otros países, el capitalismo de la timba, de la joda. Más allá de eso, en la Argentina hay un proceso económico de mercado, que se desarrolla cada vez más. Pero también hay otro que hay que rescatar y defender, como las fábricas recuperadas. Hay una ley de quiebras que trabajamos con esos movimientos pero muchos jueces no la aplican. Esa economía social tiene que tener reglas de juego específicas pero todavía hace falta mucho para que todos las entiendan y apliquen.
–¿Cómo es su relación con Hugo Moyano, teniendo en cuenta ese proceso?
–Moyano es un dirigente al que defiendo y voy a seguir defendiendo, más allá de que no estemos de acuerdo en algunas cosas o vivamos realidades diferentes. Sé que el único camino que tienen mis compañeros a largo plazo es incorporarse a la CGT, es decir, buscar la manera de que todo esto que hacemos en la economía popular termine en la CGT. Nosotros creemos en la unidad de los trabajadores y creemos que es necesaria para mantener un proceso político y económico estable en la Argentina. Por eso mi alianza con Moyano, que fue la expresión más clara de resistencia al modelo neoliberal, es estratégica.
–La Juventud Sindical y La Cámpora son dos espacios desde el cual los jóvenes volvieron a conectarse con la política. Lo mismo el Movimiento Evita. ¿Cuál es el distintivo que aportan las nuevas generaciones?
–Cada vez que el movimiento nacional renace, los jóvenes toman protagonismo. Lo tuvieron en el ’45, en el ’73 y hoy. En todas las fuerzas políticas, no sólo en el kirchnerismo se ve la cara de los jóvenes que les dan dinamismo a los procesos. No tenemos que perder de vista que nosotros como generación tuvimos una segunda oportunidad. Hemos cometido errores, pero ahora comprendemos que permanecimos para conocerlos a Néstor y a Cristina. Y después de la muerte de Néstor, nos quedamos en el gobierno para construir ese puente con lo nuevo, para darle continuidad histórica al proceso. Sumar a las nuevas generaciones, como dice Cristina, para que se hagan cargo de la tarea de seguir transformando la Argentina.
–¿Y ve alguna figura que pueda continuar a CFK?
–Podría contestar como Perón, que el único heredero es el pueblo. Pero al margen de eso, que es verdad, tenemos que comprender que no hemos podido institucionalizar el movimiento nacional para darles continuidad histórica a las banderas que llevamos adelante. Siempre tuvimos un período corto y después lo que vino era diferente, era volver atrás, resistir, empezar de vuelta. Y yo no quiero volver a resistir contra nadie. No quiero que los compañeros se me caigan de las manos otra vez o tener que echar un litro más de leche a la olla para que coman más personas. Eso no nos hace bien como sociedad. Y para eso lo importante es lo que dijo Cristina en el hermoso acto que hicimos en Ferro: “Tenemos que poner las banderas que dieron origen a este proceso en la conciencia de nuestro pueblo”. Los ladrillitos que puso Néstor fueron muy firmes y Cristina va en la misma dirección.
Fuente: revista veintitrÉs.
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