Plantear como injusto y como “ajuste” la reducción y hasta la eliminación de subsidios a los sectores más pudientes resulta hipócrita. En los últimos años, cada vez que el gobierno nacional presentó el Presupuesto ante el Parlamento, fue criticado precisamente por la oposición, por el “gasto” que demandaba. Cuando después de años de subsidios a los servicios esenciales y para todos, el gobierno decide racionalizarlos, se acuerdan de los que menos tienen y advierten sobre un supuesto impacto negativo. Hablar de ajuste termina resultando una inmoralidad y una falacia.
Ajuste es lo que está aplicando el neoliberalismo en los países centrales. Ajuste es lo que se aplicó en la Argentina cuando los gobiernos anteriores nos metieron en la burbuja financiera de la globalización mundial. Ajuste es dejar a millones de personas sin trabajo, mientras los pocos que más tienen, siguen acumulando ganancias. Ajuste es nivelar para abajo, que siempre e inevitablemente, rompió el tejido social.
Ahora que el país sigue creciendo a un promedio anual del 8%, acumulando un crecimiento bruto del 80% desde el año 2003; ahora que tenemos un crecimiento sostenido y sustentable, debemos profundizar y satisfacer las necesidades de quienes todavía necesitan más para mejorar su calidad de vida y la de sus familias. Es nivelar hacia arriba, para que solidariamente paguen más por los servicios aquellos que disponen de mayores recursos.
Por eso les pido, a los que hablan “desde la platea”, que hagan memoria de nuestra crisis en 2001-2002. Que recuerden el crecimiento exponencial de la deuda externa, los ajustes por el “efecto tequila”, el país de la banalidad al que nos empujó la “pizza con champagne”. Y en esa memoria reconozcamos la bisagra que instaló Néstor Kirchner, en 2003, para el crecimiento de la Argentina. Imaginemos qué hubiese sido de nosotros si la crisis que hoy conmueve al mundo hubiese encontrado a la Argentina tal como la vivíamos en 2001.
Para los que hablan desde la platea, pero que no lo hacían cuando se importaba deuda y exportaban ahorros; a los que cuando les tocó gobernar les resultó más fácil traer recetas foráneas en beneficio de las corporaciones transnacionales y sus socios locales, les pido que revisen la etimología de la palabra “ajuste”.
Nuestro gobierno, con decisión política, busca una sinergia en el conjunto colectivo, sin políticas monopolizantes, con oportunidades e inclusión social para todos. A esa manera de pensar, de trabajar para una mayor y mejor distribución de la riqueza, en la búsqueda de la justicia e inclusión social del pueblo y a ese Estado presente lo llamamos convicciones. Esas que no se dejan a la entrada de la función pública.
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