martes, 8 de noviembre de 2011

Las víctimas del derrumbe de Mitre al 1200, desamparadas

Sentados en el hall improvisado desde el cual chateaban con sus familiares a la distancia para contarles que se encontraban en perfecto estado, si bien la situación los había afectado, Jorge y Lisa, una pareja colombiana, se acercaron a la ventana a narrar detalles de su periplo de "refugiados", ya que los responsables del establecimiento decidieron no dejar pasar a los medios de prensa.

No fue un viernes más para ellos. Jamás imaginaron lo que iba a suceder después de esa vibración en el departamento. El temblor los dejó en alerta y, a los pocos minutos, la voz al otro lado del portero eléctrico los obligó a abandonar sus departamentos. Cuando bajaron, un oficial de policía les exigió que evacuaran la zona de inmediato. Debieron irse con lo puesto y sin entender demasiado qué pasaba. Adónde ir, el primer escollo.



Jorge y Lisa, que alquilan un departamento en uno de los edificios linderos al que se desplomó, lograron convencer a los uniformados de la necesidad de subir a su hogar para agarrar el pasaporte y algo de dinero, el día sábado. Acompañados por un trabajador de Defensa Civil lograron su cometido, pero nada más. No pudieron sacar ni ropa ni otras pertenencias.

Una vez en la calle, optaron por visitar a unos amigos y rogarles que les permitieran quedarse en su casa al menos esa noche. La idea era, a la mañana siguiente, volver a su vivienda. Sin embargo, el domingo se anoticiaron por los medios que todavía estaba prohibido el ingreso a esas construcciones, y que el derrumbe comenzaría de un momento a otro.

“Tuvimos que ir a la casa de unos amigos, nadie nos ofreció nada”, se quejaron al unísono. Acto seguido continuaron el reproche argumentando que “nadie nos dice nada. Pueden pasar dos días, tres, una semana, dos semanas. No sabemos cuándo vamos a poder volver a casa. Supuestamente tienen que terminar de derrumbar el edificio y constatar que las estructuras vecinas estén en condiciones, pero nosotros por lo pronto estamos aquí sin ropa, pertenencias ni nada”.

También con un malhumor entendible, Nelly, otra víctima de lo acontecido el último fin de semana, contó que “entre los vecinos, en junio de este año presentamos una denuncia para que alguien revisara el ‘casco histórico’, que es nuestra zona, porque es muy viejo y las construcciones están todas deterioradas ya que nadie nunca jamás las apuntaló”.

Por Germán Campisi.

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