“Si yo no alertaba a todos, se caía el edificio con la gente adentro”, sostuvo Ramón Oscar Palacios, el encargado del edificio que se derrumbó en noviembre. Dice que no vio a Bomberos ni a Defensa Civil evacuando a los habitantes, y que esa tarea la hizo él. Afirma que el mismo día avisó que no vio bajar a Isidoro Madueña, el hombre que murió, pero nadie frenó la demolición.
A Ramón sus amigos los llaman por el segundo nombre: Oscar. Pero los habitantes del edificio porteño de Bartolomé Mitre 1232, que se derrumbó el pasado 4 de noviembre, lo conocen como “Palacios, el encargado”. Con 73 años, fue él quien se ocupó de evacuar todos los pisos apenas se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo. Fue otro de los que se quedó sin vivienda, la cual habitaba desde hacía 21 años. Ahora duerme en la casa de una de sus hijas. Recuerda todo lo que pasó la noche en que se cayó el edificio y, aunque minutos antes advirtió que la construcción de al lado había provocado fisuras, asegura: “Nunca, nunca, nunca me imaginé que se podía derrumbar todo.”
–¿Cómo fue el día de la caída?
–Yo trabajaba con el horario cortado: de 8 a 12 y de 16 a 20. Cuando retomé, a las cuatro de la tarde me encontré con el muchacho del entrepiso, donde hay una oficina. Entrepiso A y B, del mismo dueño, que es el ingeniero Giudici. Nos fuimos para la obra porque él me dijo: “No sé qué pasa, Palacios” y me mostró que se había fisurado la medianera. Yo le dije: “Para mí, algo se va a caer.” Pero nunca pensé que se iba a venir todo abajo.
–Es decir que usted vio el problema ese mismo día, no antes.
–Claro. Ahí me quedé con la duda y subí al 10º, donde vivía yo, el 10º A. Cuando llegué, la medianera del otro lado, que no tenía nada que ver con la de la obra, se me había fisurado. Ahí me asusté. Llamé a los chicos del 10ºC y el 10ºB, dos matrimonios. Y uno de ellos me dijo: “Uh, Palacios, esto es grave.” Ahí decidimos bajar. Las dos parejas iban por el ascensor y yo bajaba por la escalera, mientras miraba cómo estaban trabajando en el edificio de al lado. En el cuarto también había una fisura. Cuando llegué a la planta baja, ya habían llegado los Bomberos y Defensa Civil. Giudici había llamado a Defensa Civil. Les vi las caras a los obreros y noté que estaban todos con un miedo bárbaro.
–¿Cómo fue la evacuación?
–Cuando vimos a los Bomberos, nos dijeron que había que evacuar. Ahí les avisé a todos. Y cuando venía gente para entrar, yo les decía “no entren”. Empecé a llamar a todos los pisos por el portero eléctrico y todos se dispusieron a bajar. Los volví locos hasta que bajaron. Les decía “hay que evacuar porque hay peligro de derrumbe”. Nadie llegó a agarrar nada.
–¿Bomberos y Defensa Civil también se ocuparon de evacuar gente?
-No los vi evacuando gente, honestamente.
–Se habló de un “exitoso operativo de emergencia”, pero usted cuenta que si no alertaba a los vecinos, podrían haber quedado adentro.
–No te quepa ninguna duda. Si hubiera sido medio despistado, que no preveía lo que iba a pasar, no avisaba a nadie. Si sos medio dormido en ese momento, se cae todo el edificio con la gente adentro. Supongo que si yo no hubiera estado, alguien se hubiera tenido que ocupar de sacar a la gente. Y bajaron todos menos uno.
–¿Cuándo se dio cuenta de que faltaba Isidoro Madueña (el hombre de 74 años que murió entre los escombros)?
–Primero, yo quise volver a entrar porque no me imaginaba que se iba a caer todo. Iba a subir para ver quién había quedado. Porque con todo ese nerviosismo que hubo… Pero cayeron los primeros escombros y me dio miedo. Al rato se cayeron todos los departamentos. Parecían las Torres Gemelas por la cantidad de polvo que largaban esos escombros. Después, haciendo memoria, conversando, me acordé que no había visto a este muchacho. Yo estaba en duda porque él a veces salía y se iba al bar 36 Billares hasta tarde, pero ya no podía caminar bien. Ese mismo viernes fui a la comisaría a declarar hasta la una de la mañana. Ahí declaré que yo no lo había visto y les dije que estaba seguro de que estaba ahí, que lo buscaran en el edificio. Quedó ahí entre los escombros porque estaba muy sordo, medicado. Me cansé de tocarle el portero y se ve que no me escuchó. Y si me hubiese escuchado, tal vez no hubiera llegado a bajar.
–¿Le sorprendió que el domingo siguieran derrumbando el edificio mientras había una persona desaparecida?
–Claro. El viernes a la noche yo le había advertido al comisario la situación de este muchacho. ¡Está todo escrito, eh!
–¿Qué piensa que va a pasar con este lugar ahora?
–Me llama la atención que haya quedado parado. No sé qué van a hacer ahora con el terreno.
–¿Qué hizo los días siguientes?
–Terminé de declarar y me fui a la casa de mi hija. Me había brotado todo de los nervios, porque yo tengo rosácea. Me quedé dos, tres días adentro. Me cuesta todavía creer que se haya caído el edificio.
-¿Qué es lo que más recuerda de su vida en ese edificio?
-Recuerdos tengo a rolete. Gente buena que se me murió. Gente muy buena. Me sentía totalmente querido en el edificio. Después de tantos años, uno es como de la familia. Ahora eso se disolvió. Había chicos que habían sacado un préstamo con el Banco Ciudad y compraron un departamento. Y otros también, que hacía muy poco tiempo que habían comprado. Eso te cae mal. Porque para comprar un departamento hay que juntarla. Y que se te venga todo así… Por suerte fue de día. Si hubiera sido de noche, se moría mucha gente porque ni cuenta se iban a dar.
-¿Usted de quién cree que es la responsabilidad de lo que pasó?
-No sé por qué se cayó. Según me comentaron, encontraron un aljibe. Porque en la época de la colonia usaban pozos y todo eso para juntar agua. Y con la pala se ve que rompieron y ahí es donde se quebró el edificio. Yo no lo vi.
-Si lo llamara el jefe de gobierno, ¿usted le preguntaría algo?
-Trataría de no verlo. Lo rechazo totalmente.
-¿Cree que el gobierno porteño tuvo algo de culpa en esto?
-Uno ve todas las cosas que pasaron: en Palermo, las cosas que se cayeron, el entrepiso del boliche, la obra en Caballito. Eso es culpa del gobierno de la Ciudad. Igual es muy jodido controlar todo.
-¿Cuándo volvió a ver el edificio después de ese día?
-Unos días después, volví y hablé con los otros encargados del barrio, que son amigos. El administrador del edificio me llamó explicándome que me querían ver del sindicato (SUTERH), que se portó muy bien conmigo. Me dieron 5000 pesos por única vez.
-¿Y sus cosas?
-Mi departamento no se derrumbó, porque el edificio con los departamentos “A” no se cayó. Ahí están todas mis cosas.
-¿Qué es lo primero que le gustaría llevarse de su casa?
-Puedo volver a comprar algunas cosas pero no es igual. Quisiera mi campera de carpincho, que vale 3500 pesos. Hay zapatos sin estrenar. Camisas buenas. Fotos. Papeles importantes. La cédula verde de mi cacharro, que está pegada en la heladera. Las cosas de uno no podés recuperarlas. Una camisa te la comprás, pero, ¿mi camisa? Ahora una camisa sale 200, 300 pesos. Lo primero que les diría que retiren es mi plata. Tengo un tachito de veinte litros y ahí metía monedas, billetes, todo. Mis ahorros. Un poco de verdes y otro poco de pesos.
-¿Lo van a indemnizar?
-Me llaman siempre los dueños de los departamentos y me van contando lo que consiguen. Yo no hice un cálculo de lo que valen mis cosas. Se comenta más o menos cuánto será el monto que me van a dar pero no sé. Mi parte la van a sacar del valor total que aprobó la Legislatura (se calcula que serán cerca de 70 mil pesos para quienes perdieron todos sus bienes). Yo quería sacar mis cosas y no me dejaron.
-¿Cómo llegó a trabajar en ese edificio?
-Por un administrador. Trabajaba con él y como yo tenía que guardar mis herramientas, me venía bien. Acá viví con mi mujer, Manuela, hasta hace cinco años, cuando ella falleció.
-¿Volvería a vivir en la zona?
-Y… hace mil años que estoy acá. Ese es otro tema. De algo voy a trabajar, si no me muero. No quiero ir a otro edificio porque es muy esclavizado, te mata el horario cortado. Son cuatro horas en el medio.
-¿Por qué no quiso hablar hasta ahora?
-Hablé con el sindicato y ahora con ustedes. El tema me tiene triste, me toca. Es muy jodido.
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