Después de haber asistido a la inauguración de los festejos por los 200 años de la Revolución de Mayo, las primeras sensaciones que me habían quedado eran que había visto un pueblo alegre, esperanzado. Que el “Paseo del Bicentenario” se había llenado de Pueblo.
Y cuando la militancia popular se refiere al pueblo, habla del verdadero.
Y uno que siempre busca explicaciones a las vivencias, que trata de encontrarle siempre un porqué a las percepciones, lo primero que pensó fue que hubo gente que se fué aprovechando el fin de semana largo y generalmente a esa gente uno la identifica más con “la gente” a la que se suele referir Clarín o Joquín Morales Solá que con el Pueblo.
Esa gente que, en general, considera que su posición económica y social relativamente acomodada, es el fruto del esfuerzo propio y del de sus padres y de la misma manera, considera que el bienestar que comenzaron a gozar los trabajadores y los sectores populares no se debe a su esfuerzo sino a la política demagógica y de despilfarro del gobierno peronista de Cristina. Muchos de ellos, inclusive, se consideran superiores a los “negros”, “polarizados”, “cabecitas negras” y ven en ellos una nueva amenaza a sus posiciones de relativo privilegio.
Sin duda que este odio parte de factores ideológicos y culturales. Y la situación de malestar aumenta a partir del rumbo encarado por el gobierno: políticas a favor de los mas humildes, dignidad para los abuelos, reivindicación y medidas concretas para los Pueblos Originarios, embanderamiento en la causa por los derechos humanos aplaudiendo siempre la lucha de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y reclamando a la Justicia para que avancen con celeridad las causas en las que se investigan delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura… No toleran, en muchos casos, la Asignación Universal por Hijo y menos aún el Bicentenario de la Revolución de Mayo con un Presidente Peronista. No soportan que Cristina sea la Presidenta del Bicentenario de la Revolución de Mayo.
Creía haber encontrado la explicación que buscaba, cuando un amigo taxista me comentó que, contrariamente a lo que sucede en los fines de semana largos, donde las calles de la ciudad quedan vacías, se notaba un enorme caudal de gente. Sorpresivo, tumultuoso, inesperado… Destacando que “Vino muchísima gente de las provincias”. “La ciudad de Buenos Aires se llenó de Argentinos” , afirmó.
En ese momento confirmé mi percepción: El “Paseo del Bicentenario” se llenó de Pueblo.
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