domingo, 14 de junio de 2015

Lousteau: un Rodríguez Larreta con rulos

Detrás del encanto de Martín Lousteau se oculta gente sin votos pero con mucho poder. La estrategia de la colectora PRO y la municipalización de la interna de Cambiemos. El pedido de selfies a Peterson y Nosiglia.


En las últimas PASO porteñas, Martín Lousteau, el autor de la célebre resolución 125 que desató un lockout patronal agrario que duró cuatro meses e inauguró la grieta en 2008, fue el candidato antikirchnerista más vistoso y prometedor de la campaña, aunque por un raro efecto, también fue percibido por una generosa porción del electorado como una alternativa antimacrista. Todos estos son hallazgos, sin duda, de la alquimia comunicacional proselitista utilizada por los misteriosos mentores de su candidatura, que podría resumirse en tres pasos:

1) Inventar un candidato descontaminado de pasado.

2) Presentarlo como opositor municipal a un socio de ruta estratégico en la esfera nacional, como es el PRO.

3) Apelar al alto grado de conocimiento entre las audiencias de programas de chimentos que habitualmente recelan o, directamente, no se interesan por la política. Pero igual votan.

Con sus rulos, su estilo casual, su perfil TED, la aparición en las revistas del corazón junto a su mujer –una talentosa actriz–, su juventud madura disimulada bajo la moda que hace furor entre los jóvenes palermitanos una década por debajo de su edad, un discurso moderno que ni fu ni fa, la suelta de 3000 globos al aire esta semana, la verdad, hay que reconocerlo, con demasiado poco, el producto Lousteau llegó bastante lejos en la góndola.

Si existen los candidatos de diseño, es decir, prefabricados en laboratorio de consultores y operadores diversos para consumo masivo, el suyo es un leading case. Primero que nada sus hacedores lograron instalarlo como un recién arribado "al barro de la política", evitando así poner en discusión sus antecedentes durante el primer kirchnerismo, al que apoyó durante cinco años y al que le dejó en bandeja una crisis casi irreversible con el sector agropecuario.

Su incursión transmedial (irrupción en la radio como columista con Andy Kusnetzoff, escritor de instant books, conferencista en 3D, mensaje en múltiples soportes), tuvo en la edición de ayer del suplemento Sábado, que aparece con el diario La Nación, un breve capítulo de eficacia comunicacional, al ser citado en una nota de tapa titulada "Sortear la curva de los 40", de psicología y no de política, como si fuera un gurú de la autoayuda: "Como aducen Sebastián Campanario y Martín Lousteau en su libro 'Otra vuelta a la economía' –en la que analizan la economía de la felicidad y también la U Curve- 'a medida que madura, la gente tiende a encontrar mejores soluciones a los conflictos, a controlar más las emociones y a aceptar los golpes de la vida con otra filosofía'."

Otro acierto de su equipo de campaña, ya en el orden político, fue que su oferta apareció tácticamente diferenciada, en términos comunales, de la del macrista Horacio Rodríguez Larreta, cuando en la escala nacional los armados políticos que los sustentan (el PRO, el ECO-UNEN-CC y el radicalismo conservador, que esta semana inscribieron la alianza Cambiemos) ya acordaron ir juntos detrás de la fórmula presidencial que gane las próximas primarias del espacio que, se descuenta, será la del procesado Mauricio Macri.

Lousteau sería algo así como un Larreta con rulos: los dos van a terminar votando al mismo candidato a presidente, porque los dos tributan a un mismo modelo de país en sus cabezas y lo único que los diferencia es la población capilar.

En realidad, el éxito de la operación Lousteau es inversamente proporcional a lo que se sabe de sus verdaderos mentores. Fue un periodista del diario Clarín, en una crónica impecable de esas que ya no abundan en ese diario, el que terminó corriendo el velo societario innominado que soporta al nuevo niño mimado de la política porteña.

Bajo el título "La cena de Lousteau: selfies de Carla Peterson, un casamiento judío y el CBU de campaña", se describe a los participantes de la cena de recaudación de fondos del candidato de ECO en el Golden Center de Parque Norte, que reunió a 400 personas que pagaron, se supone, 5000 pesos el cubierto cada una.

Allí pudo verse a la esposa del candidato sacándose selfies "con los cartelitos de aportes y, luego, se quedó hasta el final del encuentro, cuando todo eran cánticos de apoyo a su marido y pedidos de fotos con ella". Pero el que también acaparaba la atención, y quizá porque varios le atribuyen la paternidad ideológica del experimento Lousteau, estaba a unos pocos metros: "En otra de las mesas, una figura radical le competía en pedidos de selfies a la actriz de Piel de Venus y ex protagonista de Guapas. Enrique Coti Nosiglia, histórico dirigente partidario, que compartió mesa con Nicolás Dujovne, coequiper de Carlos Pagni en televisión, fue uno de los más solicitados por la militancia cuando las luces del salón se apagaban."

Pareciera que la "evolución" (sin "r") de la que habla Lousteau dirige a Nosiglia, el veterano operador de la vieja política tantas veces denunciado por Elisa Carrió y Graciela Ocaña como socio de Luis Barrionuevo, el mismo que dice que con los militares se podía negociar mejor que con el kirchnerismo.

No está mal hacer un poco de memoria. El radical Nosiglia y el peronista Barrionuevo impulsaron el Pacto de Olivos que permitió la reforma constitucional de 1994 para que Carlos Menem fuera reelegido como presidente. Sus apellidos reflejan una época, la de los '90, y también una gran involución en materia política: el paso del militante al operador, la enorme desmovilización de las franjas juveniles y el apogeo de los fundamentos neoliberales. Todo eso junto fue el caldo de cultivo que derivó en el "que se vayan todos" de 2001, cuando la política se volvió mala palabra.

Cierra el círculo el estrecho vínculo entre Lousteau y Chrystian Colombo -jefe de gabinete de Fernando de la Rúa, el apellido de la tragedia de la historia reciente-, que se afianzó cuando el ex joven brillante salió eyectado del kirchnerismo post 125.

Carrió y Ocaña, que en el pasado se cansaron de presentar denuncias penales contra Nosiglia y Barrionuevo por los escándalos en el PAMI, hoy apoyan a Martín Lousteau, es decir, al candidato de Nosiglia, quien es también señalado como artífice del pacto Macri-Sanz, aunque Carrió diga que todo, absolutamente todo lo que pasa, antes fue idea de ella, no importa si es el descubrimiento de la ley de gravedad o la misma decisión vaticana de ungir a Bergoglio como Sumo Pontífice.

La matriz política conservadora de la Ciudad jugó fuerte en esta elección, sabiendo que Macri no podía ser reelegido nuevamente e iba a estar lanzado a su aventura nacional: retiene poder y negocios si Rodríguez Larreta le gana a Lousteau y lo mismo pasa si se da el resultado inverso. Da igual.

Esta municipalización de la interna de Cambiemos, no aparece así tratada en los diarios y frecuencias antikirchneristas. Lousteau es presentado como alternativa con posibilidades, buscando atraer los votos que fugan del macrismo y, a la vez, reduciendo notablemente las chances del único espacio progresista que le queda a la Ciudad, encabezado por Mariano Recalde desde el FPV.

Sería tonto negarle inteligencia a la jugada de los inventores de Lousteau. Desnacionalizar la elección (eludiendo la polarización que va a darse en octubre), dividir la misma oferta (con rulos o sin rulos) y ocupar el centro de la escena con candidatos que se tiren con munición de fogueo para llegar a un balotaje sin terceros que molesten.

Eso no lo piensa cualquiera. Lo estudian y lo aplican los que saben que la política, por mucha renovación que haya habido en estos años, todavía tiene un lugar reservado para los operadores ocultos capaces de generar escenarios y protagonistas que sirvan en la captura de votos que maquillen el poder que ellos mismos detentan por fuera de los focos.

No es tan difícil decir que Lousteau es el candidato del boquense Nosiglia, del delarruista Colombo y del propio Macri, por si Larreta no gana. Sin embargo, para una mayoría social considerable en la Ciudad, el asunto pasa inadvertido. Lousteau aparece sin pasado, sin padrinos espinosos y sin ataduras con nada revulsivo. La vieja política que se esconde detrás de él es ignorada por los votantes. En esto, los medios hegemónicos cumplen su papel, pero eso explica una parte, no el todo.

La verdad es que el sector más dinámico del FPV no pudo, en todo este tiempo, romper el esquema de repartija de cargos y negocios que se apoderó de la Ciudad. El macrismo es también un proceso cultural: el de la autonomía. Arrastra en su corriente a radicales y peronistas con reflejos del bipartidismo institucionalizado en el Pacto de Olivos, que también incluyó otorgarle soberanía y constitución propias a los porteños, proceso donde unos y otros acordaron las formas de alternancia para sobrevivir, sostenerse y que todo se discuta al interior de un dispositivo a simple vista inexpugnable.

Para este sistema, el kirchnerismo más puro representa una fuerza exógena. Extraña a sus hábitos, costumbres y prácticas selladas. Una amenaza del Estado Nacional a la independencia distrital. Todo ese andamiaje pareciera empujar al FPV a la banquina. Si se analizan los resultados electorales de los últimos años, cada vez que se municipalizó la votación, el FPV redujo adhesiones. Y su mejor performance fue en 2011, cuando Cristina Kirchner ganó su reelección. Así y todo, en la nacional fue del 54% y en el distrito porteño, del 35 por ciento.

Excede a los propósitos de esta columna indagar sobre cuál sería la fórmula del FPV para superar este techo de cristal cuando faltan apenas dos semanas para la elección. La colectora PRO de la que Lousteau es frontman ejemplifica claramente que la mesa chica que decide los asuntos del poder porteño es mucho más que globología, el bailecito y la música contagiosa. No es resultado de una improvisación de algunos meses, sino un trabajo macerado en años.

La apuesta por Mariano Recalde es un intento del FPV en el sentido correcto, el de innovar para mejorar. La estrategia utilizada por el macrismo y sus socios del ECO para neutralizarlo demuestra que el titular de Aerolíneas Argentina expresa lo único doctrinariamente distinto en la escena. No la tiene fácil. Su desafío, antes del seguro balotaje, es conservar la mayor cantidad de votos propios, impidiendo que migren hacia Lousteau en la falsa teoría del voto castigo al PRO.

Cuanto más se municipalice la discusión, menos oportunidades tendrá, porque va a quedar atrapado en una interna de Cambiemos. Por el contrario, si en el tiempo que le queda logra nacionalizar el debate, exhibiendo que Larreta y Lousteau son parte de un mismo proyecto de derecha, su rendimiento irá en aumento.

Por Roberto Caballero
Fuente: Infonews

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