Un verdadero bochorno
Y de repente todos fuimos médicos, endocrinólogos y cirujanos y se dijo tiroidectomía y carcinoma como quien dice milanesa con papas fritas. El privilegio fantástico de los medios permite esas ilusiones, estimula eso de ser periodista o ser médico y hacer malabarismos de palabras y juegos políticos de nada por aquí y nada por allá.
Hubo periodistas sin título de médico que ejercieron como si: diagnosticaron que la operación de la Presidenta era una equivocación, que no tendrían que haberla operado. O que no tendría que haberse anunciado que tenía cáncer. Hubo médicos con título de periodistas que dijeron que la medicina argentina había hecho un papelón bochornoso. El bochorno lo hace un médico que no sabe que estos diagnósticos con ese margen del dos por ciento de duda son normales. El bochorno de un médico es no saber que un médico nunca le dirá al paciente que no tiene cáncer, solamente por ese dos por ciento de duda: festejará después con el paciente, si está dentro de ese dos por ciento que elude el diagnóstico.
Igual que con el cáncer, tanta poca sapiencia, tanta metida de pata con palabras técnicas puede ser casualidad en el dos por ciento cuando se habla del periodismo y los medios. En el 98 por ciento restante, se trata de interés por embarrar la cancha, por hacer una utilización política de la salud de otra persona, en este caso, de Cristina Kirchner.
El informe del Hospital Austral es preciso, concreto: pasó esto y se hizo aquello. Cada decisión que se tomó es la que se toma siempre en estos casos. Aquí y también en todo el mundo ante el que la medicina argentina habría hecho un papel “bochornoso”.
El motivo de esta falsa sospecha mediática es bartolero. Pudo ser hacer creer en una operación para victimizar a la Presidenta. Pudo ser la idea de transmitir una imagen de caos, de descuidos y desprolijidades: “Si son así con la salud de sus dirigentes, imagínese usted, señora, cómo serán en otras cuestiones”. Sea el motivo que haya sido, en política y en el periodismo, la utilización política de la salud de una persona se considera un golpe bajo, un recurso vulgar.
Y, al final, la Presidenta no tenía cáncer. No es bueno enojarse por ese motivo. Hace mal a la salud. El Hospital Austral dice que fue operada porque así lo requería su enfermedad, ya fuera maligna o benigna. En realidad todo pasó como se contó. Con sorpresas, buenas, pero sin misterios, sin conspiración. No hubo nada de lo que se sugirió en jerga médico-mediática. Ya no se sabe si de los medios se espera la verdad o el show pero, en todo caso, la mezcla de política, salud y show termina por revertirse en contra de quienes la utilizan si queda tan expuesta como ahora.
Por Luis Bruschtein.
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