No quiero que este día pase como uno más.
No voy a dar vuelta el calendario con una tilde en la muerte de Fidel.
Quiero que estas horas me atraviesen como los dolores profundos en las terminales nerviosas.
Quiero cerrar las ventanas para escuchar la lluvia que cae sobre Buenos Aires mientras empapo la almohada.
Quiero odiar a los que se atreven a festejar su muerte y más aún a quienes titulan con los “festejos en Miami por la muerte de Fidel”.
Quiero comprender por qué, aún sabiendo que esto pasaría, una se queda como acabada, derrumbada ante la certeza de que estamos más solos sin él.
Quiero cerrar los ojos para ver el malecón, y las olas golpeándolo, como en esos extraños días de frío en La Habana.
Ver el balcón mítico en la pequeña plaza de Santiago, desde donde Fidel dio la noticia de que la revolución había triunfado y arrodillarme en la tumba de Martí.
Perderme entre la multitud de cubanos y cubanas que dignos, caminarán a despedir al Comandante.
No lo conocí en persona pero no hace falta. Conozco su militancia, la veo en ese pueblo hermoso, en esa isla que está. Cuba siempre está, y hoy, estoy segura, es un extraño día de frío en La Habana.
Por Cynthia García
Por Cynthia García
Esta nota fue publicada originalmente en La García
Foto: Darío Gabriel Sánchez/Cubadebate
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