Podríamos empezar este relato con un “Había una vez...” pero esto que les voy a contar no forma parte de ningún cuento, es parte de una historia con una protagonista que se llama Ludmila. La conocí en el 2005, cuando tenía ocho años. Me miraba con ojos asombrados cuando empecé a caminar por las calles de tierra de Apipé, una pequeña isla de Corrientes, a pocos kilómetros de la central hidroeléctrica de Yacyretá.
Fui allí a verificar una injusticia. Seguramente Ludmila no percibía cabalmente su situación, porque además su existencia estaba resumida a su pueblo, San Antonio, con algunos cientos de habitantes y muchas carencias, de esas que indignan. Por eso, su pregunta ante mi visita: “¿Vos de qué país venís?” (Argentina o Paraguay).
Ludmila hoy tiene 14 años. Sigue viviendo en Apipé y desde aquel momento, al pueblo y a su gente, les pasaron muchas cosas, como al país en estos últimos ocho años. Y no casualmente, ella recibió hace unos días una de las 400 notebook que entregamos en el marco del programa Conectar Igualdad.
No hay casualidades, sí causalidades, porque en ese momento ya habíamos empezado, con Néstor Kirchner y hoy con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, a cambiar el país. No era posible que muy cerca de una de las centrales hidroeléctricas de la subregión, esos argentinos no tuvieran luz, agua corriente, y sobre todo, que fueran menos que inquilinos en las tierras que los vieron nacer y que trabajan.
Nos metimos de lleno con el programa Mi Pueblo y después con el AHI, en el lugar. En el lugar donde están los problemas, donde sucede la vida, donde ni siquiera en sueños se imagina a las grandes ciudades, o a las no tan grandes, pero con algo de desarrollo. Por eso el “vos de qué país venís” de Ludmila.
Es por eso que insistimos tanto en que la pobreza es mucho más que un problema de ingreso económico y la distribución de la riqueza es mucho más que una transferencia de ingresos. Se trata de cambiar la calidad de vida. Una calle mejorada o asfaltada, una canilla –aunque sea una sola canilla– en la casa cambia. Y si la vivienda precaria cambia por fuera, también cambia por dentro, porque se transforma la vida de los que la habitan. El prender y apagar la luz, tan naturalizado para la mayoría de los argentinos, no era patrimonio de los vecinos de Apipé. Es más: hoy Ludmila se acuerda de mí como la señora que prendió la luz en el pueblo. Para los vecinos de Apipé significó un salto cualitativo, como también lo es para muchos argentinos a los que con obras de infraestructura y equipamiento les estamos cambiando su calidad de vida. Existen sectores políticos que no han tomado conciencia de ello, y nos critican hablando de pobreza, y curiosamente a muchos de ellos les fastidia ver pobres.
Agua potable, luz eléctrica, cloacas, escuelas, centros asistenciales, transporte y sobre todo trabajo forman parte de los derechos humanos inalienables. No importa dónde están los argentinos, importa cómo están. Por eso nuestra política es de equidad territorial centrada en la persona.
Yo fui a Apipé a cumplir con una obligación de Estado y a dar una respuesta a una violación a los derechos humanos de argentinos, algunos de los cuales, como Ludmila, no sabían que lo eran. Ludmila, como otros chicos y chicas correntinos de Apipé, ahora van a estar conectados con la Argentina y el mundo y a hacer realidad su proyecto de vida.
Ahora hay luz eléctrica en la isla Apipé. La provee la Entidad Binacional. Ya hay más de 40 kilómetros de caminos rurales y se equiparon las escuelas, a una de las cuales concurre Ludmila. También tienen ahora un transporte fluvial gratuito para cruzar hasta la correntina Ituzaingo. Se dio apoyo a proyectos productivos para jóvenes y se brindó acceso a pensiones no contributivas y a la Asignación Universal por Hijo para la protección social. Se compraron 150.000 mil metros cuadrados de tierra para que las familias puedan construir y ser propietarias. Además se realizaron 41 perforaciones para pozos de agua. Se trabaja con distintas acciones sociales y de salud y está en formación una mutual de jóvenes y todavía falta mucho por hacer.
Sin embargo, aún conviven, al decir de los vecinos, algunas prácticas de quienes no honran sus cargos, se creen los patrones y pretenden alterar con averías el pago de una lancha que es gratuita, o el alquiler del tractor que es una donación y otras mezquindades que son denunciadas. Ello es parte del país que estamos dejando atrás desde 2003.
Conocer la realidad es avanzar sobre el contexto. Es plantearse la transformación para que las semillas germinen sin fertilizantes importados. La nueva cuestión social es inversión más desarrollo humano. Y sobre todo responsabilidad social gubernamental. Esto es un Estado Presente.
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