"No voy a entregar la Argentina", le dijo Cristina a Francisco en su último almuerzo en Santa Marta, en ese encuentro íntimo, visceral, solitario de Padre Nuestro y Ave María. Ayer, en el recinto de la Cámara de Diputados, mostró con pruebas que cumplió con su palabra. Estaba poblado de militantes, que dentro y fuera juraron con gloria morir. Hay quienes sienten nostalgia anticipada de su oratoria. La presidenta habló cuatro horas, sosteniendo la atención de todos. Durante 240 minutos, no decayó en ningún momento. No tan sólo eso, leyó cifras, citas puntuales. Improvisó. Le respondían con consignas, aplausos. La vitoreaban.
El general César Milani se mantuvo sereno. No fue Elisa Lilita Carrió, que sin duda quedó por demás decepcionada. No sólo Milani, por principios, valores, no la iba a matar como ella vociferaba, sino que, quienes lo conocen, anticiparon que sería incapaz de tocarla de lejos: “Ni con un palo”. La doctora Carrió puede quedarse muy tranquila. Tenemos fuentes inobjetables.
No se lo vio nervioso al presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti. Sólo que, cuando la Presidenta denunció que el poder judicial se está independizando de la Constitución y las leyes, comenzó a enrojecer. A tal punto que su cara alcanzó el rubor máximo del color de una remolacha.
En tanto, Patricia Bullrich gritó junto a Gerardo Morales, mostrando los dientes. Hablando de la boca, los memoriosos recordaron que de joven, con una dentadura muy precaria, en un encuentro con ella, Carlos Menem le recomendó al doctor Cecchi para que la asistiera. El ex presidente pagó todos los gastos y al poco tiempo la Bullrich se cruzó de vereda oponiéndose con denuncias a él. Hasta el día de hoy, la acusan de ingrata.
La Plaza estaba desbordada. Hay que entender una filosofía: “La Cámpora son todos”. Emocionante: la presencia del doctor Wado de Pedro. Un vencedor, que llegó a ser hoy secretario general de gobierno, después de vencer una prueba tras otra, en la vida, desde que cuando tenía apenas un año y medio desaparecieron sus padres. Wado está lejos del resentimiento. Fue quien le llevó de regalo a Francisco el famoso salame quintero de Mercedes.
Ella, Cristina, es todos y cada uno de ellos que son lo que viene. La Cámpora es una fuerza de poder que va más allá de la edad. Avanti, morocha, le cantan a la señorita Cristina Fernández, esa adolescente de La Plata, que iba al colegio de la Misericordia cuando la hermana Rosita la sacaba de la fila y la mandaba a lavarse la cara porque iba maquillada. Hoy, Rosita tiene 92 años y está impecable. Fue rectora de la institución, vive con la hermana Marta que fue profesora de Cristina, que es para ellas el orgullo de la Misericordia de la Plata. La recuerdan líder, rebelde. La quieren con toda el alma y un convento completo, el de Flores, adonde estudió Bergoglio, reza todos los días por ella. Bajando las escaleras del Congreso, Carlos Zannini, el secretario legal y técnico de la Presidencia, dijo: “No habrá ninguna igual, no habrá ninguna”.
Por: Alicia Barrios. Fuente:Crónica
No hay comentarios:
Publicar un comentario